lunes, 22 de octubre de 2012

Blanca, puta.




La suerte primera es llamarse Blanca y andar caminando por las calles esta ciudad. 
No la hubiese abofeteado la madre antes, de no haber sido completamente irreverente con ella.
No andaría vendiendo su cuerpo si áquel otro no la hubiese abandonado. 
Y ahora, cuanta negación para esta piel suave de ojos negros.
Blanca e impura como nadie en el mundo. Anda sintiéndose sucia y reclamando la juventud que se le ha ido escapando. Cierto que tiene experiencia y que si éste cliente la aceptara podía irse a casa orgullosa de su día ¿Orgullosa?
 Puta, sucia,vieja.
 Pero con plata para comer en aquel restaurante, para vestirse bien, para hacer lo que le de la gana. 
Este cliente acepta de muy buena gana. La lleva tiernamente a la habitación del hotel, al último piso, es una vista preciosa, preciosa eres tú, entre el castellano y la lengua de Dante.
¿Pero es la lengua de Dante la que recorre tu cuerpo? 
¿Se volvió tan áspera en el infierno?
En cualquier caso no es el sexo de Dante el que la penetra, sino el de aquel  hombre con arrugas y  mal aliento. 
En cualquier caso no es la mano de Dante la que la golpea ahora. 
Otra vez el golpe en la cara, como signo constante. 
Otra vez otro imbécil sacudiéndola, haciéndole daño, hasta que  con una mueca horrible en el rostro extranjero se anuncia el orgasmo para dejarla abandonada –otra constante-en la cama de un hotel, un billete con dos ceros tirado con desprecio,  una desnudez abriendo  la puerta, obligándola a irse. Blanca que recoge sus ropas y va mirándolo con odio, cada vez más. 
Si el imbécil no se hubiese esforzado tanto en hacerla sentir mal, se hubiese ido sin reaccionar.
 Pero ese gesto fue su error, la palabras en otro idioma con ánimo despectivo, el punto final, la última gota. 
La mesita con la cubitera del hielo, la botella de champán que nunca fue abierta y el picahielo encajado en el pecho canoso.
 Blanca sangre y ahora ...¿qué? 
No es la sangre de Dante la que corre por el cuerpo, ni sus ojos los que gritan auxilio.
Se apresura en vestirse y salir de la habitación, y habrá que perdonarle todo, porque en definitiva, Blanca ni siquiera sabe quién carajos es Dante.

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